Mi experiencia personal como diseñadora tras 7 años diseñando
Con este post espero que mi experiencia personal como diseñadora tras 7 años diseñando, ayude e inspire a otros diseñadores que se sientan identificados con mi historia profesional y personal.
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Me considero una persona muy afortunada porque adoro mi trabajo. Diseñar para mi es como un juego de lo más divertido, puedo pasarme horas diseñando y me olvido hasta de comer. Por no hablar de la satisfacción que siento cuando acabo un trabajo y contemplo lo bien que ha quedado y lo mucho que le va a gustar al cliente. Sí, soy una persona afortunada por amar mi trabajo y poder vivir de él.
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Pero no todo ha sido un camino de rosas, también he encontrado varias piedras en el camino y varios muros que he tenido que sortear para llegar a donde estoy ahora.
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Recuerdo mis inicios como diseñadora con 24 años. Empecé a trabajar para una empresa bastante grande en la que todo era súper creativo y yo estaba entusiasmada con la oportunidad de trabajar allí. Me daba igual hacer horas extras sin cobrarlas, pasar el día metida en la oficina y a veces ni parar a comer, incluso me daba igual no llegar a los 1.000€ mensuales porque me sentía inmensamente feliz de trabajar en esa empresa con ese equipo. Todo era “felicidad”. Pero claro, esa euforia inicial poco a poco se va apagando y te vas dando cuenta de la realidad, que se están aprovechando de tus ansias de trabajar y aprender para que les hagas el trabajo de dos diseñadores al precio de medio. Esto nos ha pasado a todos, es una fase que a cada uno le dura un tiempo determinado pero por la que todos pasamos. Y no pasa nada, forma parte del aprendizaje de la vida profesional y lo mejor que puedes hacer es aprovechar para aprender muchísimo durante ese periodo. Yo así lo hice.
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Así que tras esta experiencia en la que aprendí muchísimo pero de la que acabé algo quemada, decidí lanzarme a la piscina y trabajar por mi cuenta, crear mi propio estudio de diseño, Mirada Creativa, dar a conocer más el nombre de Ana Miralles en el sector del diseño y empezar a buscar mis propios clientes. Recuerdo que empecé con muchísima ilusión y muy pocos recursos, pero las ganas podían con todo. Alquilé un espacio en un coworking en el que pasaba más tiempo que en mi propia casa y empecé a trabajar horas y horas y poco a poco a obtener muchos y muy buenos resultados. Los clientes estaban encantados con mi trabajo y me recomendaban a sus conocidos por lo que detrás de un trabajo empezaba otro sin hacer prácticamente nada de marketing, todo fluía perfectamente y yo estaba encantada con la vida, por fin había encontrado mi sitio.
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Pero como todo lo bueno y fácil a veces se complica, llegó un punto en el que mi circulo de influencia más cercano se fue agotando y me bloqueé, no supe qué hacer para seguir consiguiendo clientes al mismo ritmo. Ahora lo veo claro, debí haber invertido en marketing, diseñar una estrategia sólida desde el principio, no confiarme solo con los clientes referidos y haber hecho marketing y más marketing. Pero me confié y me equivoqué, y como el pasado no se puede cambiar procuro no pensar mucho en ello aunque sí lo tomo como una lección de la que he aprendido mucho en mi vida profesional.
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En medio de esa fase en la que no tenía suficiente trabajo y yo misma me empecé a agobiar con los pagos, el miedo me fue atenazando y dominando por completo. Y fue entonces cuando me llamaron de una importante empresa nacional, solida y con más de 1.500 trabajadores para que me incorporase como responsable de diseño en sus oficinas. Yo sabía que eso no era lo que yo quería, que ahí no estaba mi sueño, pero dominada como estaba por el miedo a no facturar los suficiente para pagar la hipoteca, el coche y todos mis gastos, decidí aceptar, renunciar a mi sueño, “ser responsable” y pensar en estabilidad y en un sueldo fijo bastante bueno. Y me equivoqué de nuevo…
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Me equivoqué porque uno nunca debe renunciar a sus sueños ni dejarse dominar por el miedo. El miedo está ahí siempre esperando su oportunidad para controlar tus decisiones, para paralizarte y condicionarte, y a veces es muy difícil no dejarse llevar por él. Pero también pienso que tenía que pasar por esa experiencia, trabajar para una gran empresa cobrando un buen sueldo y gestionando un trabajo que nada tenía que ver con mi sueño pero que exigía mucha profesionalidad y dedicación. Tuve que pasar por ahí para darme cuenta de que la estabilidad y el sueldo fijo no me hacían más feliz ni mucho menos, la renuncia a mis sueños me afectaba cada día más y por mucho que me esforzaba en encajar siempre me sentía fuera de lugar, como una impostora que finge día a día ser quien no es.
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Aguante en esa empresa año y medio, tenía contrato indefinido, responsabilidades, un buen sueldo y todo lo que mucha gente aspira profesionalmente, pero no era feliz porque ese no era mi sitio, no era mi sueño y estaba renunciando a él por dinero.
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Por azares de la vida, un día de enero de 2015, vino como invitado el conocido Coach Emilio Duró a dar una charla de motivación para la directiva de la empresa. Yo asistí a la charla como fotógrafa sin saber que dos horas después tendría la fuerza para tomar la decisión que llevaba meses repitiendo en mi cabeza. Emilio Duró nos hablo de muchas cosas, si tenéis la oportunidad de escucharle algún día no la perdáis por favor. Él era un directivo de éxito en una gran empresa de yogures, trabajaba más horas que un reloj hasta que un día le dio una lipotimia, que él creyó que era un infarto, porque le habían devuelto un palet de yogures de fresa. Ese día decidió que esa no era la vida que él quería, lejos de sus hijos y su familia, dedicando la mitad de su vida a una empresa que no era suya, haciéndose viejo, gordo y calvo al lado de unos señores a los que no quería parecerse en absoluto. Tuvo la valentía de decir adiós a ese gran puesto y empezar de cero, esta vez motivando a la gente mediante charlas.
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Y es que la vida no te espera, te pasas los mejores años de tu vida esforzándote por encajar en un trabajo que no te hace feliz diciéndote a ti mismo que es lo que tienes que hacer, que necesitas el dinero para mantener una casa y una familia con la que apenas estás y que ya disfrutarás de la vida cuando te jubiles. Pero en esto estamos muy equivocados porque la vida no es la meta sino el camino, y si no disfrutamos del camino ¿cómo vamos a disfrutar de la meta?, y ¿cómo podemos saber cuándo llegará el final de nuestro camino? Acaso todos vamos a morir a la misma edad?.
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No señores, la vida no te espera y cuando antes te des cuenta mucho mejor. Yo me di cuenta en ese momento de que estaba perdiendo el tiempo trabajando en una empresa en la que me sentía enormemente infeliz y que solo lo estaba haciendo por dinero y por miedo.
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Ese día decidí irme y renunciar a mi contrato indefinido. Les comuniqué que me iba y que les daba 15 días y así lo hice. Una de las decisiones más acertadas que he tomado en mi vida profesional.
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Tras salir de esta empresa y platearme qué hacer con mi futuro laboral contactaron conmigo desde una empresa mucho más pequeña, formada por gente joven con mucha energía, buen rollo y mucha mucha flexibilidad. Yo me había ido de la anterior empresa para ser freelance, para volver 100% a Mirada Creativa y empezar a perseguir mis sueños a tiempo completo, pero vi como una oportunidad empezar en esta empresa a tiempo parcial mientras iba relanzando mi propio estudio, una forma de ir más sobre seguro. Y así lo hice.
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El problema viene cuando te das cuenta de que la empresa es maravillosa y no tienes razón para quejarte de nada. Los compañeros son una pasada, la empresa te da libertad creativa, cree en ti y te da flexibilidad, todo es perfecto menos tú, porque una vez más no encajas, este no es tu sitio Ana, la has vuelto a liar. Pero no, era una fase más por la que tenía que pasar para afianzar mi certeza de que independientemente de lo buena o mala que fuese la empresa yo no estoy hecha para trabajar por cuenta ajena. Combinaba este trabajo con proyectos freelance en Mirada Creativa, realmente nunca renuncié a dichos trabajos solo que apenas podía dedicarles tiempo y muchos tenía que rechazarlos por falta de tiempo.
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Finalmente, tras un año en esta empresa en la que he conocido a grandes profesionales de los que he aprendido muchísimo, decidí por fin dar el paso definitivo, ahora o nunca me dije, la vida no te espera Ana!
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Y aquí estoy, volcada en Mirada Creativa al 1000% decidida totalmente a focalizar todos mis esfuerzos en perseguir mi sueño profesional, en vivir la vida que quiero vivir, en diseñar mi propia vida hecha a mi medida.
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Ahora miro atrás y me doy cuenta de que todas las fases por las que he pasado eran necesarias para llegar a donde estoy ahora. Han sido 7 años de aprendizaje personal y profesional de los que me llevo muchas lecciones de vida y muchas cosas buenas.
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Cada uno tiene un camino y tendrá que lidiar con sus propias piedras y muros, pero no olvidéis nunca que la vida no te espera y que hay que ser feliz ahora, no mañana o cuando me jubile. Disfrutar del camino forma parte del viaje.
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En toda decisión hay un riesgo pero cuando decides por amor a tu profesión y no por miedo, sabes que podrás superar los baches del camino y afrontar los riesgos. Así que cuando tengas que tomar una decisión difícil en tu vida mi consejo es que siempre escojas por amor y no por miedo.
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Yo amo mi profesión, y en base a ese amor que le tengo soy capaz de asumir el riesgo que supone ser freelance y de renunciar a la estabilidad de un trabajo fijo. Porque poder escoger los proyectos en los que trabajar, poder fijar tus propios horarios, tomar tus propias decisiones, ser libre y construir un proyecto propio, son cosas que no tienen precio. Ahora estoy segura de estar en mi sitio, de haber tomado la decisión acertada y de haber escogido el camino que me conducirá a la meta que quiero.
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